martes, 22 de febrero de 2011

La amiguis bruta: "the stupid BFF", la idiotez es contagiosa.

Episodio anterior: << "Crisis nerviosa, la secuela"
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Me salgo de mi habitual humor satírico/negro/lo que sea, para dejarles una entrada sobre lo miserable que soy.
Atte. Una escoria de la vida.
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"Amiguis" no tiene traducción en inglés, he puesto "BFF" sólo para que suene cuchi. (*Happy face and a little and gay heart*)
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No, no, no. Esto ya se está volviendo repetitivo y ya no es gracioso... bueno, tal vez un poco... ¿A quién engaño? ¡Si me estaba partiendo de la risa internamente!

Porque soy una perra y aquí les va de nuevo.
¿Adivinen quién volvió a tener de nuevo otra crisis nerviosa?

Inglés es una materia que yo encuentro muy fácil. Sé perfectamente que a muchos no les gusta y, de verdad, no pueden con él porque es una materia más y no todos van a salir con veinte y eso, pero inglés no es una materia que se repruebe, porque uno debería tener como mínimo el suficiente conocimiento como para sacar un diez.

-"Diez es nota, lo demás es lujo."

Si bien pueden haber varias razones factibles para que alguien repruebe, porque esas cosas pasan y no siempre es culpa nuestra, no es posible que si uno sabe que no es bueno en algo siga sin tratar de entender.

Yo ya no puedo con Cristina, porque ella siempre me dice que estudia, que tiene un profesor particular, que sí entendió. Ahora, todos juntos:

-"¡Mojón!"

Porque si fuese cierto no hubiese sacado un cero siete. Salió mal porque con Cristina siempre es la misma verga: que no puedo, que no sé, que no me interesa. Yo muchas veces digo esas mismas frases, sí, pero una cosa es hacerlo por joder y otra es de verdad ponerse con la ridiculez una y otra vez para que, en medio del examen, sólo se ponga a temblar y a temblar.

Estaba contestando mi examen de lo más feliz, a la propia velocidad de la luz cuando, en el momento que termino y por X causa, me giro a ver a Cristina (como cosa del destino). En el momento que la veo creo que el colegio está temblando, porque Cristina se sacudía de una forma nada normal. Miro mi pupitre, el de al lado y el del resto del salón.
Todo perfectamente normal.
Vuelvo a ver a Cristina, y presentaba los síntomas usuales: cara con otro color, rezos y balbuceos incontrolables, temblores colosales y chillidos espantosos.

No voy a mentir, esa imagen debió causarme lástima, debí haber sentido un poco de empatía por ella y toda la cosa pero todos sabemos que conmigo empatía = cero y sólo atiné a reírme, carcajearme y regodearme internamente, además de soltar un: "verga, ¿otra vez?".

Al rato, cuando la profesora tiene todos los exámenes y se retira, Cristina se está riendo (aún temblando). Aquí en Venezuela las cosas se hacen por joder, y a nadie le molesta porque a todos les gusta joder, y aquel que se atreva a negarlo que venga y me lo niegue en la cara. Pero salir mal no es asunto de risa. Sí, está bien. la pobre está nerviosa, pero todos en el salón sabemos que no estudió y, por ende, todos sabemos que nota sacó.

Como los profesores tenían que entregar notas hoy, la profesora ya tenía los exámenes corregidos cuando una abalancha de locas (yo incluida) se le acerca para preguntar notas. Saqué veinte, no tengo ni porqué negarlo ni porqué lucirlo, es la verdad. Y Cristina sacó cero siete, no tengo porqué negarlo ni porqué lucirlo, sigue siendo la verdad. ¿Qué hizo? Lloró.

Reprobar da mucha, mucha rabia porque uno estudia, uno da lo mejor de sí y, al ver esa nota tan baja, uno se siente mal, se siente decepcionado consigo mismo, siente que ha decepcionado al mundo o a quien sea. El problema con Cristina es que ella no trata y aún así espera que, por obra y gracia de los Padrinos Mágicos, le salga un veinte del culo a alguien para que adorne su examen.

Y aún así, como la perra hipócrita que soy, internamente me volví a reír, a carcajear y a regodear.

Pero no estoy feliz. Porque yo también salí mal, en matemática, pero salí mal.
No, tenías razón, Adela, no reprobé; pero mi nota, que es pura nota y un solo lujo, me decepcionó inmensamente.
Porque yo tenía las respuestas.
Porque yo sabía cómo plasmar las respuestas.
Pero yo no tuve el tiempo de poner las respuestas.

Cuando Joaquín me dijo mi nota, yo tuve es descaro de reírme. Pero no estaba feliz, más que todo porque esa nota fue baja por mí culpa, porque yo fui la que perdió tiempo y se tardó en entender el problema, porque fui yo la que perdió tiempo y se quedó como una bruta haciendo cosas que estaban de sobra y que sólo me distrajeron de lo que tenía que hacer.

Y, para todos aquellos de Humanidades, no hay recuperativo para nosotros. Porque mientras sólo aprobaron dieciocho personas y hubo un verguero de cero uno, esos cero uno fueron exámenes en blanco que sólo le dieron entender a Joaquín que reprobaron a propósito para que hubiese recuperativo y tuviesen más tiempo de estudiar.

En este momento me estoy riendo, pero no estoy feliz.
Porque si pudiera hacer el examen otra vez ya sabría qué hacer y cómo hacerlo de forma rápida y sacaría una nota que de verdad reflejase lo que me maté estudiando, con fiebre, matemática.

Y aún así me estoy riendo, carcajeando y regodeando, porque yo no lloro por "lo que hubiera pasado si..." y mucho menos sufro una crisis que más falsa y me mato (mamá, vos lo que tenéis es el mal de Parkinson).
Cristina, la diferencia entre tú y yo, es que aunque no lo parezca en lo más mínimo, yo sí me tomo las vergas en serio, y lo hago de la forma mas jodida posible.

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