En todos los grupos de personas está presente siempre el típico casanova que se las trae todas, y si por obra y gracia no está, tendremos por defecto a la versión defectuosa entre nosotros.
La "disque" versión defectuosa cree que puede tirarle los perros a toda mujer que le pase por delante y quedar como "el papi de la clase". Si bien va a haber gente a la que le caiga bien y le siga el juego para no dejar al pobre en la penumbra, hay gente a la que le choca su comportamiento.
A mí ni me va ni me viene porque la verdad es que me importa más el caracol escalando la pared de la esquina que nuestro Latin Lover, Martín.
¡Llegó por quien lloraban, chiquitas!
Este Latin Lover es uno de los tantos nuevos de Humanidades que se cree la gran cosa. He de admitir que Martín me cae bien, pero hay gente a la que solo le cae... Como a Viviana.
Hoy estábamos a punto de salir del salón para ir a casa cuando de repente Martín llega y encierra a Viviana dentro de un abrazo. Y digo encierra porque la pobre mujer estubo pataleando para que la soltara, y cuando logró safarse, Martín, como buen Latin Lover, le sonríe y le pregunta si va al viaje de graduación en Margarita. Viviana responde que sí.
Martín: ¡Eso, ahora sí la voy a pasar bien!
Viviana y yo nos quedamos un rato siguiendo con la vista al tío este antes de que yo le preguntase qué demonios acababa de pasar.
Martín es así con la mayor parte del la población femenina del salón, se las tira de "Magna Vergis" y se lanza de lo más meloso encima de cualquiera.
Tiene sus momentos serios y si logras hablar con él mientras está fuera de su faceta de "Latino de mi amor" puede (puede, tal vez, no aseguro nada) que lo encuentres agradable hasta cierto punto, léase: el punto en que empiece a tirarte los perros si eres mujer y te eche el ojo.
Por supuesto que él no es el único Latin Lover con el que me he cruzado en el camino.
Estaba el Gallo el año pasado, con su cabezota descomunal (juro que su cuerpo de palo no la podrá aguantar por mucho más) y su ego del tamaño de un profesor de Salud que tuvimos y el de el nuevo profesor de matemática, sí, el negro descomunal casi tan grande como el mismísimo John Coffey.
Y otro en menor potencia que debe estar por los lares del Rey Carlos fastidiando por ahí, Vittorio, que si bien sí tenía atractivo físico, tenía un ego y una aptitud que espantaba a las moscas de sólo acercársele (y aún así el idiota me cae bien).
Sólo resta decir que si alguien se encuentra a uno de estos espécimenes que son más comunes de lo que se cree, por favor...
¡Patada en lo cojones!
La solución a todos los problemas de la vida, por Chuck Norris.
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