lunes, 24 de enero de 2011

Ser un favorito y estar marcado, la vergüenza es la misma, el resultado no.

Todos los seres humanos sienten favoritismo o preferencia hacia algunas cosas o personas, es completamente normal. Pero a pesar de ello a veces se prefiere no saber hacia dónde van esos intereses.

Todos, pero todos, tenemos una preferencia sobre el profesor de matemática. Más que todo porque es imposible odiarlo sin importar cuánta tarea ponga (y es mucha).

Pero hay gente que lo quiere menos que otros.

¡Como Ignacio!

Ignacio nos estaba contando uno de sus momentos "trágame tierra" que iba más o menos así: Joaquín, que es como llamaremos al profe de matemática, estaba entregando unos exámenes y aprovechó para felicitar a las mejores notas de esa sección, felicitó a dos veintes, tres diecinueve y otros dos dieciocho para luego añadir lo siguiente...

Profesor Joaquín: ¡Por poco se me olvida! También quiero felicitar a Ignacio Pérez...

(*Ignacio alza la cabeza esperando con nervios oír una nota alta en su examen, todos lo voltean a ver*).

Profesor Joaquín: Que a pesar de haber sacado diez tuvo el examen más limpio y ordenado que jamás haya visto. Felicidades, Ignacio, sigue así.

Por supuesto, Ignacio no iba a seguir así y sacó notas más altas luego de eso. Pero ése no es el momento del que estaba hablando, sino el que viene.

Hace poco estaba Joaquín corrigiendo los cuadernos cuando llega el momento de corregir el de nuestro ya muy mencionado Ignacio. Joaquín corrige en total silencio y antes de devolverle el cuaderno al alumno, dice al salón:

Profesor Joaquín: Muchachos, es la primera vez que veo un cuaderno tan bonito, limpio y ordenado. Ignacio, felicidades, tu cuaderno provoca. Sigue así.

Trágalo tierra, por favor.

Si bien para Ignacio puede que sea imposible cambiar esa parte ordenada de su ser, estoy segura de que él podría aprender un par de cosas sobre el desorden de mí... según Joaquín.

Acababa yo de terminar un examen y se lo dí a Joaquín con la mano temblorosa. Me miró divertido por mi nerviosismo y me sonrió, dicha sonrisa se esfumó cuando dirigió su vista a mi hoja.

Profesor Joaquín: Sandra, este examen está muy desordenado, repítelo porque está ilegible.

Todo el salón me miró y yo solo pude limitarme a coger mi hoja, sentarme y empezar a borrar como si se me fuese la vida en ello. Ese suceso no evitó que sacara un veinte, que siguiera igual de desorganizada con las hojas de matemática (ahora lo soy más sólo para molestar al profe) y tampoco evitó que Joaquín sea uno de mis profesores favoritos, pero sí quise meterle ese examen por la nariz ese día.

Joaquín no es el único profesor con el que (al menos yo) se ha tenido uno que otro incidente que afecta la opinión del alumno sobre el maestro.

Nuestra sección tuvo una exposición sobre las partes del sistema nervioso tocándole a nuestro equipo el cerebelo. Yo rara vez estudio para una exposición y ésta no fue la excepción, a pesar de ello manejé bien el contenido... quedarme sin aire a veces por hablar muy rápido, un defecto que no me he podido quitar de encima.

Mientras trataba de recuperar el aliento y volvía a hablar, la Borde (por lo borde que es la mujer ésta) me interrumpe pidiéndome mi número, yo, soprendida por su descaro y acto tan maleducado (es una profesora ¡por favor!), respondo. Ella me pone una nota más o menos baja y me manda a sentar. Aún en shock, obedezco. Todos nos miran y uno que otro la mira mal a ella y a mí con burla.

Luego, cuando nos está poniendo los rasgos (nota extra basada en nuestro comportamiento), la Borde me pone la misma nota de la exposición alegando que yo "me porto mal" (excuse moi?). Los demás rieron.

Si bien los dos primeros casos expuestos fueron por favoritismo, yo he sido marcada por la persona más... estúpida (a falta de una palabra peor) que haya podido ostentar el cargo de profesor. Y...

(El siguiente texto está sujeto a lo que yo llamo el síndrome "todosestancontrami-quehorror-nadiemecomprende")

... aún así la mujer no pudo hacer que me pusieran una nota baja, puesto a que varios profesores me adoran porque soy un pan de Dios. ¡Y nadie puede con el promedio número uno de Humanidades! Y me disculparán por semejante pérdida de los estribos.

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